En el marco de las XII JORNADAS NACIONALES Y VII JORNADAS LATINOAMERICANAS DE INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA TEATRAL. AINCRIT, 2021, Leonor Vila comparte su presentación:
Vila, Leonor. El eslabón perdido: Un recorrido por la vida de Elba Fábregas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ediciones del CCC Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, 2020. 116 páginas; 20×14 cm- (Ciencias del Arte/5) ISBN 978-987-3920-63-9.
1. Teatro Argentino.
RESUMEN
El libro visibiliza a Elba Fábregas (1918- 1984) titiritera, vestuarista, escenógrafa, performer, poeta, dramaturga, artista plástica argentina quien fuera pareja de Javier Villafañe y Enrique Agilda. Sus aportes artísticos se desplegaron a mediados de los 40’ hasta los 80’. Al separarse de Villafañe, sacó al títere del retablo y lo combinó, con extraña sutileza y creatividad, con máscaras, danza, mimo, rituales inesperados, poética y dramaturgia personal. Artista total, irrepetible, diría el crítico teatral Ernesto Schoó; …delirante, genial, mágica, poseída, hipnótica, talentosa afirmaría el escritor y teatrista Kado Koszer, quien ya desde joven, siguió su trayectoria sin conocer quién era esta artista singular que lo había poseído. Elba no fue comprendida por la mayoría de los críticos ni de los representantes de su época. Entre tantos ejemplos, podemos citar cuando la echaron del programa de Blanca Cotta en Canal 7, a mediados de los 60’, porque en su micro con títeres, se atrevió a jugar con la cámara tapándola (esto lo haría décadas después Alberto Olmedo y se lo consideraría una genialidad). Ella decía la libertad había que tenerla primero en la cabeza y ante todo Ser uno mismo. Por eso repetía Justicia quiero, no suerte. Nunca se traicionó o claudicó en sus convicciones artísticas a pesar de la resistencia del medio y ser seguida sólo por una élite que festejaba su originalidad.
RESUMEN EXTENDIDO
Cherchez la femme, repite siempre Beatriz Suárez titiritera, productora teatral, artista plástica y escritora, una de las creadoras de UNIMA de Argentina, junto a quien fuera su esposo durante diecisiete años, el titiritero Ariel Bufano. Ella recuerda que no era reconocida por su nombre. ¡Ah! La Bufano, le decían. Cherchez la femme, estas palabras del escritor Alejandro Dumas sostienen que la solución de los problemas dependen de las mujeres. Y la maravillosa obra de Elba Fábregas nunca hubiese salido a la luz, si su grito desesperado: justicia quiero, no suerte, no hubiera sido dicho en voz alta por su amiga Beatriz Suárez. Para ella, Elba era la más talentosa de los cuatro, (incluyéndose junto a Javier Villafañe y Ariel Bufano). Beatriz, quien en diciembre cumplirá jóvenes y lúcidos ochenta y nueve años, acaba de publicar su primer libro de cuentos y reflexiones. Es, quizás, la última titiritera que vive en la Argentina de aquella generación de pioneras que iniciaron un camino distinto a las tradicionales profesiones para “señoritas”. Desde adolescente, cuando se convirtió en mi profesora de Dibujo y Pintura y hasta el día de hoy, me eligió para contar lo que estaba naturalizado con el dicho Detrás de un gran hombre hay una gran mujer. A los seis años comencé mis estudios de música y pintura; a los catorce con Beatriz y ya leía todas las biografías de artistas, científicos en libros que mi padre me alcanzaba para que descubriera a “los originales” y supiera reconocer a “las copias”. Por eso creo que, desde siempre, reconocí el talento de Elba. Luego de mis estudios universitarios y especializarme en Creatividad, en el año 2012 y, con motivo del festejo de los ochenta años de Beatriz, decidí sistematizar la vida de Fábregas, que según Suárez, cuando salió de ser la “sombra” del famoso titiritero, dramaturgo y poeta Javier Villafañe, se convirtió en una artista única, original, tan personal que ella era “su propio espectáculo”. Como escribieron Nora Lía Sormani y Jorge Dubatti en el prólogo del libro El eslabón perdido, un recorrido por la vida de Elba Fábregas …”Una mujer inspira a otra mujer a escribir la vida de una tercera mujer”. Y así fue que describí en forma paralela, tanto como Elba y Beatriz, cedieron sus espacios, naturalizando que sus primeras parejas asumieran como propias sus dramaturgias o no estar en los créditos de las producciones, porque la felicidad y satisfacción que les daba su trabajo, lo justificaba todo. Ambas, como su amado filósofo Baruch Spinoza, en su Tratado acerca de Dios, de 1661, sostenían que Toda acción creadora se acompaña de placer, pues en la verdadera actividad, en la realización de sí mismo debe experimentar el hombre (y ahora diríamos también la mujer) el sentimiento de que alcanza su perfección mayor.
Y mientras Ariel Bufano y Javier Villafañe descansaban, Elba y Beatriz,l durante la noche y hasta la madrugada hacían el trabajo invisible y no reconocido de crear títeres, su vestuario, escenografías, utilería, para luego dormir sólo unas pocas horas y levantarse para cuidar a sus hijos, realizar las tareas hogareñas y luego, en el caso de Beatriz, dar clases de Plástica en escuelas municipales.
La autenticidad de Elba me fascinaba, su “no transar” con las modas y creer y crear a partir de su propia voz, contra viento y marea. Para mí, era el símbolo de una verdadera artista, una referente a quien seguir, la Leonora Carrington sudamericana, tan artista plástica, poeta, escenógrafa y actriz como ella. No traicionarse nunca, esa era la clave. ¿Pero por qué la Fábregas había quedado relegada al olvido? Decidí entrevistar a sus dos hijos, Juan Cristóbal y Emilio Villafañe, quienes, además de sus amorosos e increíbles recuerdos, me brindaron algunas fotos de sus obras, su único libro de poesías, el conmovedor Piedra Demente, algunos artículos con programas de exposiciones y de sus últimas obras de teatro, cuando se había convertido en la primera performer argentina. También me dieron el contacto para que entrevistara a un amigo de sus padres, Mario (Pepe) Quintana, con sus lúcidos noventa y ocho años, y de dos fanáticos seguidores de sus aventuras teatrales: Kado Koszer y Omar Borré. Al cotejar las entrevistas, me vi con una de las tantas dificultades que tuve en la investigación, no encontré ninguna documentación que registraba su producción artística de cuando fuera pareja de Javier Villafañe durante 1951-58 y, de artista plástica pasaba a ser titiritera, escenógrafa, utilera, dramaturga y creadora de títeres. Tampoco cuando, después de su separación, se convertíría en hechicera y convocaba a los dioses antes de cada espectáculo para que no lloviera en el teatro, a cielo abierto, ubicado en el Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires. Sí en cambio, encontré documentación cuando se convirtió en artista total y performer, siendo pareja de Enrique Agilda, quien con devoción admiraba su obra y se enamoró de ella en una de las funciones que realizaba en el Botánico. Entre la documentación consultada, sólo el libro de Sergio Pujol sobre María Elena Walsh, Como la cigarra, nombra a Elba Fábregas cuando fue su compañera y amiga en la escuela de Bellas Artes, y quien la vincula para su primera publicación en la revista El Hogar. Pero ninguna biografía o referencia a Javier Villafañe, padre de sus dos hijos y, compañero de sus aventuras titiriteras en Latinoamérica, Europa del Este y Oriente, la nombra. ¿Error, omisión, olvido, desconocimiento, negación? Como afirma Beatriz Suárez, estaba naturalizado ser la “sombra” de maridos artistas y, décadas después, parecería ser que para algunos investigadores, el trabajo que ellas realizaron a la par de sus compañeros, también fue olvidado o ensombrecido.
En una conversación telefónica con el investigador, ensayista y Sociólogo Pablo Vila, argentino que trabaja desde hace décadas en USA, él también señala las dificultades que encuentra en sus investigaciones sobre Música para encontrar las huellas de las artistas creadoras. Sostiene que es un problema de pensamiento patriarcal, de intelectuales, por lo general de clase media, que accedieron a estudios superiores y que naturalizaron la invisibilidad en la producción de las mujeres. Un ejemplo llamativo y peculiar que difiere de los anteriores es el de Antonietta Fitzpatrick, Nenette, pareja del cantautor argentino Atahualpa Yupanki, compositora y letrista argentina con más de sesenta canciones, que eligió firmar junto a él como Pablo del Cerro pues Yupanki era separado y, para la sociedad pacata de esa época, ellos “ vivían en pecado”.
Ahora, que las mujeres también acceden a la Academia, iniciaron el proceso de escribir “la verdadera historia” pero aún tenemos deudas con otras minorías, como ser las producciones de gente con necesidades diferentes, que siguen siendo invisibilizadas. También sería importante no dejar de lado y preguntarnos, en nuestras investigaciones, cuál fue el papel de las parejas de los creadores en las uniones heterosexuales.
En lo personal, para escribir el libro sobre Elba y sortear este obstáculo, cotejé los datos proporcionados por los entrevistados, que, sin conocerse entre sí, coincidieron en un 100% en la información brindada, con la de los libros consultados donde sólo citaban a Javier Villafañe durante 1951 al 58. Luego, escribí, con un lápiz invisible el nombre de Elba Fábregas, empujando cada letra de los párrafos de los libros leídos, para que al fin ella, tenga el lugar que siempre debió haber ocupado.
Justicia quiero, no suerte reclamaba cada vez que le deseaban un excelente espectáculo antes de salir a conjurar a los dioses en cada función donde, sorprendía con sus máscaras y títeres escapados del retablo y les sacabas los zapatos a los espectadores. Fue también la primera artista que echabas a los que comían caramelos y les devolvías el importe de la entrada; te pintabas en escena o esperabas con tu valija llena de sorpresas en la cola de la boletería, para también adquirir una entrada y participar de tu propio espectáculo.
BIBLIOGRAFÍA
Alonso, Pablo, 2021.” Atahualpa Yupanki: Por qué su mujer tuvo que llamarse Pablo, en Viva, Revista del diario Clarín, 21/08/2021.
Blanc, Natalia, 2011. “De títeres a la poesía”, en La Nación, Buenos Aires, 30/09/2011.
Cabal, Graciela Beatriz, 1992. Mujercitas ¿eran las de antes? El sexismo en los libros para chicos. Buenos Aires. Libros del Quirquincho.
De Beauvoir, Simone, 1987. El segundo sexo. Buenos Aires. Siglo Veinte.
Fábregas, Elba, 1987, Piedra demente. Buenos Aires. Libros de Tierra Firme.
Feijoó, María del Carmen, 1982. “La mujer en la historia argentina”, en Todo es Historia, Buenos Aires, N° 183, agosto, Número especial.
Garff, Juan, 2013. “Con la poética de Javier Villafañe” en La Nación, Buenos Aires, 8/03/13.
Marelli, Sergio, 2014. La poesía en mameluco. Buenos Aires. Corregidor.
Poniatowska, Elena, 2013. Leonora. Buenos Aires, Seix Barral.
Pujol, Sergio, 2011. Como la cigarra. Biografía de María Elena Walsh. Buenos Aires. Editorial Emecé.
Santillán Güemes, Ricardo, 1991. “El actor, el chamán y los otros”. En El Baldío- Teatro, Buenos Aires.
Sormani, Nora Lía, 2004. Javier Villafañe. Antología para la escuela. Buenos Aires. Editorial Atuel.
Vila, Leonor, 2020. El eslabón perdido. Un recorrido por la vida de Elba Fábregas. Buenos Aires. Ediciones del CCC- Filo: UBA.
ENTREVISTAS REALIZADAS
Borré, Omar (2013)
Kostzer, Kado (2015)
Quintana, Mario (2013)
Schoó, Ernest (2012)
Suárez, Beatriz (2013-21)
Vila, Pablo (2021)
Villafañe, Emilio (2012)
Villafañe, Juan Cristóbal (2014-2015)