No soy cinéfilo, pero una buena película relacionada con mis gustos cambia la indiferencia por un entusiasmo perecedero el cual trae como consecuencia el no querer renovarme y conocer nuevos aportes del séptimo arte. Veo una y otra vez lo mismo como si fuese nuevo. Desde “La Fiesta Inolvidable” con Peter Sellers, pasando por “Apolo 13” de Ron Howard, “Imparable”- una de trenes- de Tony Scott, “Amelie” con Audry Tatou, “El Arca Rusa” – que recomiendo con vehemencia- de Alexadr Zokurov, hasta “Amadeus” de Milos Forman.
Esta última marcó un antes y un después en la manera de entender la vida de un compositor, sea este un genio o un mediocre que nos da su bendición. El argumento tiene como base una situación de celos entre dos músicos dieciochescos, Mozart y Salieri, que lleva a este último a envenenar al primero para quitarlo de su camino.
Todo esto, por supuesto, no es verdad y tiene su origen- cuándo no- en la imaginación de un escritor, el ruso Alexandr Pushkin, quien en 1830 dio a conocer su pequeña tragedia sobre estos dos compositores.
Con la curiosidad que me caracteriza, busqué información sobre Antonio Salieri – la cual no es mucha- y descubrí aspectos muy interesantes de su vida y obra. Nacido en Venecia, su talento fue reconocido desde temprana edad y viajó a Viena a completar su educación. Trabajó durante 50 años en la Corte de José II y su ópera “Europa reconocida” inauguró el Teatro alla Scala de Milán y dentro de sus 350 obras hay una “Cantata para la recuperación de Ofelia” de 1789 escrita en colaboración con… ¡Mozart! Y, como si esto fuera poco, ejerció la docencia teniendo como alumnos a Carl Czerny, Johann Hummel, Anton Reicha, Franz Mozart (Mozart le confió la educación de su hijo) y dos grandes que abrieron las puertas del Romanticismo: Schubert y Beethoven. Que los alumnos superen al Maestro habla bien del Maestro dice la filosofía oriental.
Hoy en día una fundación española lleva su nombre y lo defiende de las falsas acusaciones pergeñadas en el escenario y en la pantalla.
Como colofón de esta pequeña nota, permítanme citar a nuestro dramaturgo Gregorio de Laferrére que, en una de sus conocidas obras, hace decir a uno de sus personajes: “Es muy fácil hacer un jettatore pero, una vez hecho, la rehabilitación es imposible”.
(Imagen: Retrato de Antonio Salieri, obra de 1815 de Willibrord Joseph Mähler (1778 – 1860))