por Noelia Ibáñez
Basada en el best-seller de Mario Puzo, el 15 de marzo de 1972 se estrenó El Padrino (que luego se convertiría en una trilogía fundamental de la historia del cine). Bajo la dirección de un joven cineasta estudioso, de nacionalidad ítalo-americana, Francis Ford Coppola, la Paramount buscó salir al rescate del cine industrial que ya venía sufriendo una lenta agonía. De la mano de un director que formaba parte de una camada que más tarde sería representativa del Nuevo Cine Americano, la película de gángster con sello propio de Coppola y Puzo, se impuso en las taquillas con un elenco de lujo encabezado por Marlon Brando.
Alrededor de esta película giran innumerables anécdotas y conflictos, como el hecho de que la productora echó varias veces al casi novato director (aunque ya había filmado tres películas) y, por otra parte, la tensión generada en torno a lo que dirían o harían los todavía poderosos miembros de la mafia en Estados Unidos. De hecho, se desprenden de las escuchas que el FBI tenía sobre estas organizaciones, que entre ellos discutían sobre quién sería el actor indicado para hacer de Don Vito Corleone.
Coppola trabajó con Puzo en el guion y en las reformas necesarias a la novela para adaptar al cine lo que verdaderamente es una tragedia estilo shakespereano llevada al escenario de la mafia y los gángsters, con reminiscencias marcadas del cine negro norteamericano.
Si quisiéramos entrar en un análisis cinematográfico puro, encontramos en El padrino todas las formas del lenguaje: los movimientos de cámara, la fotografía, la dirección actoral puesta al servicio del texto y la música, obra maestra de Nino Rota que, al modo de Amarcord, elabora variantes de una misma melodía para representar diferentes momentos, episodios y secuencias que acompañan el desarrollo de la historia. Una historia que no es otra que la de miles de familias de inmigrantes, sólo que su destino de tragedia está sellado desde el principio. En este sentido, es relevante ver la saga completa dado que en la segunda se narra la historia de la llegada de Vito a l’America.
No sólo mafia y muertes
El padrino no es simplemente la historia compleja de negociados turbios, poder y aprietes, ni tampoco la violencia descarnada de las vendettas o los ajustes de cuenta. El film invita a pensar la violencia en otros planos, como el intrafamiliar o de género, representada en el matrimonio de la única hija mujer de Don Corleone. Nos sumerge en la cosmovisión que los inmigrantes tenían de Estados Unidos como “la tierra prometida” y discute con la noción de justicia y democracia, poniendo en escena la decadencia del llamado sueño americano y se convierte así en una metáfora del capitalismo.
Con una lentitud que no es tediosa sino que configura la progresión del paso del tiempo, la película expone los rasgos de una transformación cultural que no es total ni acabada pero que como signo de los tiempos recorre el terreno de las emociones y el terreno de la supervivencia por el afán de poder y dinero. El sueño de los inmigrantes se va fusionando con el sueño americano y sus costumbres y en cada secuencia hay detalles que Coppola no deja al azar, tal vez porque conoce desde adentro la cultura italiana y su fusión con la norteamericana.
Son muchas las anécdotas, como se dijo al principio, y hay dos que quisiera compartir para quienes no hayan visto la película o para quienes desean volver a verla. Una es la del gato de la primera secuencia. Se lo ve a Don Corleone acariciando y jugando con un gato mientras habla con un viejo amigo que se presenta a pedirle un favor, el gato no vuelve a aparecer en toda la película porque casualmente había entrado en los estudios al momento de comenzar a filmarse la escena y Brando lo tomó en sus brazos, Coppola continuó la grabación naturalmente.
Otra anécdota interesante es cuando Luca Brassi (uno de los soldados de la familia Corleone) se presenta a saludar a Don Vito, actúa mal y se muestra nervioso, titubeante y se equivoca al hablar de los nervios que tenía al actuar frente a Marlon Brando ya que era un camionero que había trabajado en la vida real para una familia de la mafia. El director decide no cortar porque esa escena alimenta el poder y la importancia que el Don tiene en ese momento.
El film que llevó al éxito absoluto a Coppola puede leerse entonces en distintas claves que cobran vigencia hoy en pleno siglo XXI. El director de Apocalipsis Now es afecto a restaurar sus filmes como una muestra de obsesión por alcanzar la perfección en la calidad fílmica, por eso en estos días y a 50 años de su estreno El padrino puede verse en los cines. La restauración de filmes y su revisión parece, en estos tiempos de plataformas y streaming, una oferta que nadie puede rechazar.