Entre lo rural, el lenguaje y lo oculto. Nueve cuentos y un cuento más de Charlie Byrne Wade

Por Lucho Miglierina

 

La editorial Seisdedos reedita el cuentario publicado originalmente en 2017 que reúne diez cuentos escritos por Charlie Byrne a lo largo de treinta años. La dislexia temporal entre el contexto de escritura original y el de lectura actual hace que la osadía primigenia de hablar sobre ciertos temas tabú para la sociedad pierda un poco la fuerza. Un poco, sólo un poco, porque el cachetazo que uno siente al leer algunos de los relatos no pierde su eficacia. Pensar en dos hombres que se escapan al monte para tener sexo a escondidas de las miradas pueblerinas se convierte en un dedo acusador de las estructuras anquilosadas que, en los años ‘90 momento en que se escribía alguno de los cuentos, consciente o inconscientemente Byrne presenta, denuncia y visibiliza.

Los ambientes rurales, pueblos, ciudades costeras proliferan a lo largo de Nueve cuentos y un cuento más. Quizás, haciendo un poco de biografismo, podamos pensar que la vida del autor, dividida entre pueblos del interior de Buenos Aires -Dolores, Madariaga- y La Pampa, se cuela. Iglesias, camionetas F100 viejas, montes, calles poco alumbradas son objetos y lugares que recorren los personajes. La sensación al leer es la de, para la gente de pueblo, esos domingos en familia cuando luego del almuerzo una abuela o esas tías solteronas traían una caja grande con álbumes de fotos.

El juego con el lenguaje se despliega en un amplio abanico y desde distintas perspectivas. El lenguaje coloquial de los personajes contribuye a recrear, y hacer verosímil, ese ambiente rural del que hablábamos. Pero desde el vamos, desde el mismo título, Charlie juega con el lenguaje y con los hipertextos. Títulos que refieren a traducciones borgeanas, títulos que remiten a obras de Shakespeare, títulos que juegan con lo ambiguo. Y cartas, muchas cartas. La carta es un elemento recurrente, la carta como relato enmarcado. Porque estas cartas están ahí, se presentan, juegan un papel importante, pero son cartas prohibidas, cartas misteriosas, cartas quemadas. Hay una lectura vedada de las misivas, hay una lectura que los lectores debemos completar: el iceberg de Hemingway presente. Además, la carta es ese elemento personal, misterioso, destinado a la lectura silenciosa y privada.

Lo ambiguo vive en el cuentario. Nada está dicho, pero tampoco callado. Está ahí para que el lector lo recupere, lo invoque. Y, sin embargo, cuando parece tener la clave de todo, entre los dedos se le escurre cual humo.

No hay cuentos iguales, ninguna estructura se repite. Quizás sea esto lo que uniformiza los relatos entre sí, es eso mismo, la diferencia. Diversidad de estructuras, de narradores y de géneros. Saltando de aquí para allá se va dando voz a los callados, a los marginados, a los outsiders, incluso hasta los muertos narran en los cuentos de Charlie Byrne.

Nueve cuentos y uno más fue presentado en la XIV Feria del Libro de Chascomús

 

 

Lucho Miglierina  es profesor y licenciado en Letras por la UNLP