“La casa de los conejos” y el cine que re-construye identidades

por Noelia Ibáñez

 Laura Alcoba, en su novela La casa de los conejos traza un recorrido de su infancia, recuerdos de una vida clandestina que Valeria Selinger llevó al cine con una calidad estética extraordinaria. Con el aporte de Alcoba y de la familia Teruggi, la directora re construye una memoria, un encuentro íntimo con la historia en el contexto de la última dictadura cívico – militar. La casa de los conejos, en la ciudad de La Plata, no es otra que la casa de Diana Teruggi, la madre de la nieta que Chicha Mariani buscó hasta su muerte.

La película cuenta desde los ojos de una niña que sabe que debe vivir en el silencio, ocultar su verdadero nombre, visitar a su padre preso político, a escondidas con sus abuelos y finalmente mudarse (escaparse) con su madre hasta guarecerse en la casa de los conejos. Allí funcionará una imprenta clandestina del “Evita montonera” y se reunirán algunos militantes en escenas que Laura observará comprendiendo que una “guerra” los ha colocado allí para dar batalla pero de eso no hay que decir nada.

Identidades de la niñez

La mirada del film de Selinger es la mirada de la infancia, que recupera emociones y sensaciones en “tiempo real” brindados por la cámara desprolija, los silencios y los ojos de Laura. El lenguaje elegido por la directora refuerza el sentido de colocar la intensidad de la mirada a la memoria desde la niñez. Algo similar encontramos en Infancia Clandestina (Benjamín Ávila, 2011). La perspectiva de la infancia se nutre de los trazos de la realidad y las certezas que se pueden tener a los 10 o 12 años y lo imaginativo que dibuja mundos posibles o paralelos casi como un subterfugio de una biografía que arranca la piel de la inocencia y pelea contra ella.

En línea con el cine documental realizado por los hijos de desaparecidos, la memoria y el recuerdo establecen una relación intensa entre la política y la representación. Es un cine que busca re-construir la identidad. Y, aunque la mirada de esas infancias haya sido atravesada por la adultez, desde estas películas parece que no creció, que nos está mostrando en directo la subjetividad de lo traumático. Podemos identificar en ellas el entramado más íntimo de lo que significa para una sociedad el desenvolvimiento de un terrorismo de Estado. Las imágenes crean lo político desde las cláusulas representativas de la ficción, desde la realidad material del mundo o con el registro documental de sus eventos (Amado, 2011). Una vez más las películas son fuente de la historia, tanto La casa de los conejos como Infancia clandestina son una puerta de entrada a mundos “conocidos” en su superficie pero muy poco recorridos en su profundidad. Más allá de las militancias, más allá de las contingencias y los devenires jurídicos o políticos, el foco está puesto en lo que debieron vivir y sobrevivir las infancias perseguidas.