LA MONTAÑA ESTA AHÍ – Teresita Saint Esteben

Parece posar con esos atavíos de un verdor que huele a frescura. El sol se adueña del espectáculo y corre o descorre el velo. Disfruto de la vista y juego a crear figuras con las sombras.

A unas cuadras está la casa del Poeta. Todavía hoy en una ciudad que difiere de la aldea, se deja ver la mole. Seguro que cuando Antonio Esteban Agüero atravesaba la galería rumbo a su escritorio, viraba la cabeza para contemplarla. Necesitaba llenarse de esa imponencia como del canto del benteveo, como del vigor de las ramas del algarrobo.

La montaña está ahí. El viento y la lluvia la erosionan, pero ella sabe que puede reconstituirse luego de la pérdida. Se desgrana parte de su ladera; su centro, nunca.

La llaman Comechingones al igual que el pueblo que la habitó. Cuando atardece y el sol inicia su partida, guardándose los destellos en el cofre que la Tierra oculta, la montaña ingresa en la niebla de la nostalgia; allí se reencuentra con aquellos hombres labrando las terrazas y aquellas mujeres pisando el maíz en el mortero. Dicen que el eco trae: La Mazamorra, ¿sabes?, es el pan de los pobres / la leche de las madres con los senos vacíos…

 

(Homenaje a Antonio Esteban Agûero)