Existe una editorial que con solo nombrarla, produce en los compositores argentinos un acceso de ira. No voy a develarla aquí por esas razones. El hecho es que a instancias de Horacio, un profesor del Conservatorio, supe de su existencia y, por intermedio de él obtuve una entrevista con el objetivo de editar mi Tango, Op. 2.
Después de un sinuoso viaje en el colectivo 76 desde la estación Saavedra llegué hasta las oficinas en el barrio de Caballito. La copia de la partitura fue bien recibida. Luego de un amistoso diálogo y muestras de su trabajo en el rubro, comunicaron su interés de concretar la edición en breve. Me pidieron una foto para la contratapa y preguntaron si quería servicio de copistería. Tengo muy buena caligrafía musical, pero ya que iba a ser mi primera obra impresa acepté gustoso el ofrecimiento.
Un par de días después estaba posando ante un fotógrafo para cumplir con el pedido y alcanzárselo.
Eran épocas de sistemas analógicos y tuve viajar nuevamente en el colectivo 76 para entregar en mano una de las cuatro fotos artísticas. “Ni bien tengamos todo, lo llamaremos para que vea las pruebas de imprenta” –prometieron.
Pasó un lapso prudencial de tiempo y no recibía noticia ninguna. Llamé por teléfono y no contestaba nadie. Me comuniqué con Horacio, le conté lo sucedido y me dijo que estaba en una situación similar a la mía, con el agravante que él había entregado, ante el apuro de los editores, el manuscrito original de su obra “100 dictados rítmicos y melódicos”.
Decidimos hablar con otros compositores y el hecho se repetía provocando la mencionada ira en cada uno: “¡Ni me nombre a esa editorial!” decían levantando la voz y con el rostro desencajado.
El tiempo pasó. De tanto en tanto y cada vez más espaciadamente intentábamos averiguar algo pero, salvo el dato de la mudanza a una localidad suburbana del Gran Buenos Aires y de un dudoso número telefónico que nadie respondía, el rastro de la editorial se perdió y pasó a formar parte del anecdotario de desventuras musicales.
Todavía tengo tres fotos artísticas y la secreta esperanza de que el servicio de copistería sea muy lento.