por Noelia Ibáñez
El 14 de abril “la Bemberg” hubiera cumplido 100 años. El homenaje que la espera en el próximo Festival de Cine de Mar del Plata y otros tantos que se están desarrollando por estos días en distintos lugares del país, parecen no dar cuenta de las enormes dificultades que tuvo que atravesar para llegar a ser la primera mujer que pudo filmar con continuidad en nuestro país. Aunque ella, consciente de su condición de clase, jamás olvidó lo que la posición social puede facilitar u otorgar una base sólida para emprender cualquier actividad, es evidente que para una mujer el mundo del cine parecía haber anidado en blanco y negro para siempre. La hija de un poderosísimo industrial y una niña de la alta sociedad porteña se atrevió a romper los esquemas y desafiar los estereotipos, trazando con agudeza y mirada feminista, los avatares de la mujer, su lugar en la historia y en la cultura hegemónica.
De eso no se hablaba
Cuando, a principios de los años ’80, se intentaba construir un modelo democrático para salir de las cenizas del infierno, la cultura y, especialmente el cine, necesitaron renovarse y reencontrarse con la sociedad. Salir de la censura y dar testimonio aparecían como las primeras premisas de un tiempo que soñaba ser jubiloso.
Bemberg, que venía de haber escrito guiones (Crónica de una señora; De la Torre) y dos cortos de exquisita visión cinematográfica (El mundo de la mujer y Juguetes) realizó su ópera prima a los 58 años, con lo que también rompió esquemas culturales realcionados a la edad y los prejuicios.
En El mundo de la mujer elabora una crítica sagaz y descarnada sobre la mujer como objeto de consumo y consumista. Toma para ello la exposición llevada a cabo sobre el mundo de la mujer en la Sociedad Rural en 1972 y los teje con textos de la revista Para Ti destinados a exacerbar el lugar de la mujer instalado en la cultura patriarcal y heteronormativa, sumando además fragmentos del relato de Cenicienta. Juguetes es producto de un estudio de encuestas a niños y niñas para concluir cómo la tradición y el mercado educan a los chicos en la división estricta de roles desde la demarcación de juguetes y juegos para varón o para nena. Muchísimo antes de que estos temas se instalen en las conversaciones habituales de nuestro siglo, ya María Luisa Bemberg los exponía para dar cuenta, en ambos casos, de las pautas de conducta establecidas y los cánones sociales “que había que respetar”.
Su primera película, que cuenta el laberinto de una infidelidad protagonizada por una mujer, “Momentos” desafía la estructura patriarcal y las convenciones sociales tan cercanas a la propia historia familiar de la directora. La personalidad de María Luisa Bemberg desde joven se formó en la resistencia, detestando el autoritarismo de su padre “preso” de su fortuna (Fontana, C.; 1993). Activista en los movimientos de mujeres, miembro de un grupo feminista que acercó por primera vez a muchas mujeres los textos de Simone de Beauvoir, la Bemberg estaba convencida de que la única manera de contar lo que les pasa a las mujeres era a través de la lente y la escritura de la propia mujer. No alcanzaba con un guión que terminara filmando un varón porque indefectiblemente faltaría la visión realista de la mujer.
Pero no sólo desafió al mundo patriarcal del cine con su exquisito lenguaje o con sus guiones descarnados, sino también a una época oscura de nuestra historia en la que casi como una metáfora de los tiempos dio luz a la tiranía del siglo XIX en la denuncia que expresa “Camila” (1984) sobre el fusilamiento por orden de Juan Manuel de Rosas de los amantes Camila O´Gorman y el cura Ladislao Gutiérrez. La transgresión, la pasión, las huellas de la historia sangrienta, la familia, la Iglesia y el Estado expuestos en un film que es hoy emblema del cine latinoamericano y la película más taquillera del cine argentino de todos los tiempos.
La mejor de todas, abriendo caminos
A Camila siguieron Miss Mary; Yo, la peor de todas y De eso no se habla. Seis de sus filmes fueron realizados bajo la producción de Lita Stantic (productora y directora) lo que también resulta esencial para abrir el camino que a partir de los noventa marcarían el Nuevo Cine Argentino donde las mujeres tendrán roles destacados y lugares propios como Lucrecia Martel, Ana Poliak, Albertina Carri o Lucía Puenzo, entre otras.
“Mis películas son una provocación, un diálogo en el que el espectador aporta lo suyo” (cita a Bemberg en Diario La Nación, 14/4/22) y si hay que hablar de provocaciones hay que ver Yo, la peor de todas la película sobre el ensayo de Octavio Paz acerca de la vida de Sor Juana Inés de la Cruz. Había que mostrar otra mujer que se atrevió a salir del molde, del corsé de la historia y traerla a una contemporaneidad en donde aún estos temas no se terminaban de hablar.
María Luisa Bemberg incomoda desde la imagen y la palabra, invita a la reflexión sobre el cine como acto revolucionario y artístico con una coherencia interna en su bagaje fílmico que traza una clara frontera en el cine latinoamericano postdictaduras. Hay muchísimo más por escribir y leer acerca de esta genial directora. Recomiendo la página http://www.marialuisabemberg.com/ donde se puede encontrar un vasto material académico y periodístico sobre sus trabajos y su historia, además de poder ver sus películas en ese mismo sitio.