Una voce molto fa por Daniel Cocchetti

Fue en 1954, en la ciudad de Montevideo, que, en un conocido restaurante, inventaron los “Cappellettis a la Caruso”. La salsa consistía en crema de leche, jamón cocido en cubos, champiñones salteados en manteca y una cucharada de extracto de carne. Es una lástima que Enrico Caruso (en quien se inspiraron) ya contaba treinta y tres años de muerto y no pudo degustarla.

Nació el 25 de febrero de 1873 en Nápoles. De familia humilde, fue obligado a interrumpir su educación para trabajar junto a su padre como mecánico. En sus ratos libres cantaba por placer y, a causa de su hermosa voz, era solicitado para brindar serenatas a novias ajenas.

No tardó en tomar lecciones de canto y en debutar en Milán en 1898 con la ópera “Fedora” de Umberto Giordano, dando comienzo a una meteórica carrera. Luego de varias giras por Europa recaló en América (Nueva York). El éxito fue inmediato y, junto al extraordinario don de su voz, se sumó su capacidad como empresario que le produjo sumas considerables de dinero por las actuaciones e inversiones en distintos rubros.

Un ingrediente fundamental se hizo presente en su vida como la frutilla del postre: los escándalos. En Italia había comenzado una relación apasionada con la cantante Ada Giachetti. Esta era casada, por lo que Enrico comenzó a cortejar a su hermana Rina sin olvidar a la primera. Con Ada actuaban juntos sobre el escenario representando a una pareja de amantes que, finalizada la ópera, continuaban su idilio en la vida real. Rina, los sorprende en uno de estos encuentros con el consabido escándalo y lo abandona. No tardaron en nacer los frutos de ese apasionamiento. A todo esto, Ada seguía casada y su marido nunca defendió su honor ante Enrico.

Creo que este ejemplo es suficiente (la cosa sigue con el divorcio y las nuevas nupcias de Ada con su chofer, la persecución de Enrico y sus hijos a la huidiza amante, la nueva esposa norteamericana y las incontables aventuras amorosas) pero no quiero hacer de esto una novela: para eso están los escritores.

Como músico que soy, me atendré a lo mío. Confieso que, a pesar de tener apellido italiano, no es mi fuerte este tipo de ópera: la primera vez que escuché a Caruso fue para escribir esta nota. Quedé fascinado por su interpretación, además de por su voz. Una clarísima dicción unida a un conocimiento del personaje: muy pocas veces están unidas estas virtudes en un cantante de ópera.

Es digno de leer sus recomendaciones para hacer carrera en la lírica: “Se requiere de un gran pecho, una gran boca, noventa por ciento de memoria, diez por ciento de inteligencia, mucho trabajo duro y algo en el corazón”